Febrero, 2024

Nº 6. Boletín sobre Mary Cassatt, Isolada, y una breve opinión acerca de la tendencia coquette y la infantilización de las mujeres.

ARTE

MARY CASSATT

de lo académico al impresionismo

Aunque originaria de Pensilvania, Estados Unidos (1844-1926), Mary Stevenson Cassatt pasó gran parte de su adultez en Francia. Allí entra en contacto con los impresionistas adoptando este como su estilo pictórico.

Mary nació en el seno de una familia de clase media alta. En este contexto, los viajes eran frecuentes y pasó varios años en las capitales europeas más importantes del momento como Londres, París, Berlín… Fue en la Exposición Universal de París de 1855 donde vio las obras de los maestros del impresionismo que todos los libros recogen como Degas o Pissarro y donde decidió que quería ser artista. 

En contra del deseo de sus padres, esta artista comenzó sus estudios matriculándose en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, donde recién admitían a mujeres “frescas” (a saber qué significa eso), a los 15 años. Además de la dedicación a la pintura, era motivo de preocupación para sus padres su carácter bohemio, contracorriente y afín a ideas feministas poco aceptadas en la época.

Tras cuatro años de estudios, Mary abandonó la academia ya que consideraba que en ella no aprendía lo suficiente. Ni siquiera permitían a las mujeres practicar con modelos desnudos por el hecho de ser mujer, sólo con moldes. Así que antes de recibir la titulación dejó ese centro y se marchó a París a continuar su carrera por su cuenta en 1866. 

Aún no podían acceder las mujeres a la Escuela de Bellas Artes de allí por lo que recibió clases particulares de manos de varios artistas academicistas reconocidos. En 1868 el Salón de París aceptó por primera vez un cuadro suyo.

Continuó con un estilo académico hasta 1877, pintando obras en distintos lugares de Europa como Parma, Madrid o Sevilla, por ejemplo, Spanish Dancer Wearing a Lace Mantilla (1873), instalándose finalmente en París. En ese entonces, una mujer no hacía carrera de pintar a no ser que tuviese un “padrino” y Cassatt lo sabía. Por eso empezó a ser más irreverente y a criticar la políticas del Salón hasta que a este dejó de hacerle gracia y a tomarla por loca. Es entonces, tras dejar de exponer en el Salón, cuando Degas la invitó a presentarse a los impresionistas que ya exponían de forma independiente en 1874 y que también coleccionaban el odio de los críticos desde hace algunos años. Este grupo ya contaba con una mujer entre sus miembros, Berthe Morisot, que terminaría desarrollando una amistad con Cassatt.

La artista ya admiraba a Degas desde unos años antes y comulgaba con esa idea de hacer una pintura diferente y vanguardista en contra de la crítica académica así que aceptó su invitación con emoción y en seguida se unió a ese círculo.

Tres de sus obras más importantes en el inicio de este nuevo periodo fueron Portrait of the artist, un autorretrato, Little girl in a blue armchair y Reading Le Figaro en 1878. Pasó con los años de una pintura oscura, tenebrista incluso, y tradicional al uso de pasteles, pinceladas sueltas y dinámicas. Trabajó además el grabado junto con Degas.

Después de pasar por diferentes exposiciones, en 1886 dejó de identificarse con la corriente impresionista y siguió experimentando con distintas técnicas. A pesar de crear obras con diferentes temáticas, abundan imágenes sobre la maternidad o protagonizadas por mujeres, como Maternité (1890), The child’s bath (1893) o Mother Rose nursing her child (1900). 

REVIEW

ISAOLADA

Bipolaridad y maternidad

Isolada es un cómic autobiográfico de la artista Keiler Roberts cuya portada ya impacta y ofrece mucha información acerca del contenido de sus 128 páginas. Vemos a una mujer (ella misma) en el suelo, ya no tumbada sino en posición fetal boca abajo, como un huevito, hecha bola. Encima  de su espalda se apoya su perra masticando algo, quizá un hueso para perros. Describe ese momento de derrota ante las dificultades del día a día, cuando necesitas parar y que todo te dé igual, incluso que caigan babas y migas en tu jersey.

Después de Powdered milk o Miseryland, también autobiográficos, publica este libro compuesto de distintos momentos con la intimidad y la cercanía de lo cotidiano, regalándonos una muestra muy honesta de, por un lado, la relación con sus padres, su marido y su hija y, por otro lado, las reflexiones y malestares de alguien con bipolaridad.

A diferencia de la portada, el dibujo de este cómic es bastante minimalista. La autora no se preocupa por la belleza, proporciones, color ni medios tonos. Se nota mucho que la función del dibujo es simplemente contar lo que quiere contar y no agradar o distraer con demasiados complementos. Tampoco le hacen falta.

Algo que me llama la atención es que este cómic no tiene transiciones, visuales ni escritas, de una escena a otra. En una está en su casa haciendo una receta cuando de repente está en la consulta del neurólogo y, al pasar la página, la encuentras en el parque. Es como si se tratase de una recopilación de historias independientes, con pasajes a veces inconclusos, sin una trama definida. Quizá sea intencionado, no lo sé, pues finalmente el hilo conductor es la desidia y el agotamiento mental que impregna cada secuencia . Puede que metaforice esa monotonía anímica o una pérdida de la noción del tiempo que a veces se da en un estado depresivo, en el que vas ejecutando acciones por inercia sin ser plenamente consciente del proceso.

Aún así, este aspecto estilístico no obstaculiza la relación con la lectora. Keiler intercala páginas donde su estado de salud mental tiene gran peso y otras donde convive con Xia, su hija de 5 años, dejando momentos bastante cómicos y frescos. Estas viñetas consiguen introducir a la lectora en esa intimidad y, a través del resto de preguntas que se hace la protagonista, se enriquece la comprensión del personaje.

Si se toma como una especie de diario en el que lo que se cuenta a veces dura tres páginas y a veces una, es una lectura amena y rápida, dependiendo también de lo que quien la lea se pause a reflexionar acerca de la complejidad del trasfondo de este libro.

Podéis encontrarlo traducido al español por Alberto García Marcos por la editorial Alpha Decay.

OPINION

‘COQUETTE’

Violencia cíclica

Escrito por Estefanía Sánchez, 10/02/2024

Hay una afirmación que podría iniciar y finalizar este texto:

Esto no es nuevo.

Hoy hablamos de tendencias y de cómo nos parecen atractivamente novedosas las modas pasadas y, en tanto que pasadas, ni son innovadoras ni transgresoras ni vanguardistas.  Estamos ahora en la corriente coquette, una estética naif, cute, delicada e infantil. Pero como decía, aunque ahora sea lo más decorarse de este modo, no es ningún invento.

Empezando por el principio, en el romanticismo del siglo XIX ya encontramos todos estos elementos “coquetos” como lazos, volantes, corsés y sedas que forman parte de la ‘alta costura’ y la moda ‘chic’ parisina también representada en las pinturas de, por ejemplo, Auguste Toulmouche o Charles Soulacroix [1]. Comenzó como una afición burguesa y se trasladó hasta la clase media a través de revistas y panfletos. Por supuesto, también en España con Correo de las Damas (1833-1835) y Correo de la moda (1853-1865) entre otras.

Seguimos en el siglo XX con perlas, más corsés y volantes, ligas y flores en tonos pastel, rosa y beige predominantemente, en las pasarelas de Hanis Hussey vestida de Angelo Tarlazzi en 1987 [2], Karla Otis por Jean-Louis Scherrer en 1988 [3], la colección de Vivienne Westwood de primavera/verano en 1994 [5] o Shalom Harlow por Chanel en el 95 [4]. Y ya si buscáis la colección de otoño/invierno de Dior de 2007 veréis la pomposidad extrema [6].

En torno a esta estética también se asocia un ánimo nostálgico con Lana del Rey como estandarte [7] y el wonyoungism [8], rutinas de belleza coreana que prometen alcanzar el amor propio.

Bueno, después de este mega repaso es necesario señalar que, si bien el mercado estético está ampliando su target al público masculino, el grupo más vulnerable a estas tendencias han sido y siguen siendo las mujeres, y ya no sólo las mujeres sino las niñas. 

Podría decirse que no es una tendencia inocua al patriarcado. Si la infantilización del cuerpo de las mujeres está tan extremadamente integrada con prácticas rutinarias como es la depilación, por ejemplo, en lo coquette se enfatiza la apariencia infantil aún más con este mejunje de lazos en vestimenta y pelo junto con la búsqueda de una piel sin textura alguna, pálida y mofletes rosados, poses delicadas y poco presentes más cerca de una fragilidad dulcificada que de una fortaleza autónoma.

En la industria de la moda, muchas/os especialistas defienden el papel identitario de los looks, la función representativa que ofrecen para decir al mundo quiénes somos o quiénes queremos ser.

¿Por qué una mujer querría parecer una niña o ser relacionada con la ingenuidad y fragilidad de la infancia?

Dependencia, inocencia y debilidad son características muy poco útiles para el 51% de la humanidad oprimida. 

Anteriormente la moda era una cuestión pudiente y que competía al poder de clases sobre todo. Quizá no se prestaba tanta atención a su influencia psicosocial pero ahora la moda se ha vuelto más accesible con las redes sociales, que a priori no tiene que ser un problema, pero con la democratización de esta también se trasladan las violencias misóginas que impregnan el discurso de cada tendencia.

Y este discurso, como decía al principio, no es nuevo.

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