Junio, 2024

Nº 10. Boletín del mes de junio en el que traigo a la artista contemporánea Teresa Solar, una crítica revisión del biopic Back to black y una opinión reflexiva sobre qué es el arte.

ARTE

TERESA SOLAR

escultura del lenguaje

Teresa Solar Abboud, nace en Madrid en 1985, donde también se forma licenciándose en Bellas Artes por la UCM además de graduarse en el Máster Oficial en Arte Contemporáneo (MOAC) por la UEM. De padre español y madre egipcia, Teresa habla árabe aunque no puede leerlo ni escribirlo. Esta información no es baladí pues influye directamente en su obra, gran parte de ella centrada en el lenguaje y sus procesos.

Ha trabajado entre la escenografía y la fotografía en la segunda década de los 2000 con, por ejemplo, El llano múltiple (2012), su primera exposición individual,  donde trata el diálogo histórico entre espacios de rodaje cinematográfico y la huella geográfica que dejan. Continúa con otras piezas en los años siguientes con la reflexión sobre el recuerdo reconstruyendo estos espacios de películas como Lawrence de Arabia.

A partir de 2014 empezamos a ver obras escultóricas ciertamente llamativas que generan un imaginario mucho más reconocible y presente hasta hoy día en su trabajo. Teresa Solar traslada su discurso sobre el lenguaje y la traducción hasta la morfología del habla y, por consecuencia, del pensamiento [1]. En los últimos años ha ido construyendo instalaciones de gran formato tanto con obras escultóricas como dibujos que hacen referencia a órganos, muchos propios del habla como la lengua o la garganta, combinando diferentes materiales dando lugar a otros diálogos visuales entre lo orgánico y lo sintético.

izq-Ground control, 2017 / arriba,dcha-Everything is OK, 2018 / abajo, dcha-Pumping station, 2017

En 2021 presentó la instalación Osteoclast (I do not know how I came to be on board this ship, this navel of my ark), en la Biennal de Liverpool, un grupo de 5 esculturas de gran formato en forma de huesos humanos como kayaks. Esta obra se inspira en el comercio esclavista del siglo XVII-XVIII en Liverpool que se sostenía especialmente con la creación de grandes barcos y desde los cuales se arrojaban los cuerpos de los esclavos a menudo. Con estas canoas, Solar pretende relacionar los conceptos de fragilidad del cuerpo humano en alta mar y de vehículo contenedor de comunidades como son los huesos con su porosidad y los kayaks como medio primitivo de migración.

Estas esculturas fueron antesala de piezas híbridas en forma de apéndices conexos a través de ‘codos’ de barro que contrastan con la resina perfectamente lisa y pintadas de colores vibrantes como Tunnel Boring Machine (2022), donde presenta diferentes obras todas de la misma familia creando todo un ecosistema y conjunto de pensamiento. En las tuneladoras, Teresa hace referencia a seres en estado de transformación, danzando entre lo tangible y lo fantástico, a través de estas formas en movimiento.

Tunnel Boring Machine, 2022

La cerámica está muy presente en sus obras pues la utiliza como vinculación de la humanidad con el subsuelo. En Tunnel Boring Machine (Transformation Figure), 2024, incluye además un concepto de tensión en las formas que contagiar al espectador ya que, en sus propias palabras, «eso tiene que ver con la idea de algo que está emergiendo», un cambio, una transformación.

Llama la atención que, tanto en las tuneladoras, sus seres del subsuelo, como en Osteoclast, en homenaje a esos huesos arrojados al mar, utiliza colores fluorescentes que recuerdan a objetos reflectantes y que podrían ser esos colores necesarios para poder ver e identificar a estos seres en la oscuridad de sus profundidades.

Para conocer un poco más su trabajo y discurso, podéis visitar un coloquio con la artista disponible en YouTube en el canal de la galería Travesía Cuatro. Actualmente se puede visitar la exposición Pájaro sueño de máquina en CA2M hasta el 1 de septiembre, en Madrid, que cuenta con estas últimas piezas y algunas más.

REVIEW

BACK TO BLACK

violencia edulcorada

El otro día fui al cine para ver Back to black (2024), dirigida por Sam Taylor-Wood y escrita por Matt Greenhalgh, que superó negativamente las desconfiadas expectativas con las que ya iba. Si en tus planes está ver próximamente la película y no quieres influenciarte o encontrar algún spoiler, no sigas leyendo.

Back to black es la película biográfica sobre la historia de Amy Winehouse, una vida con muchas sombras y algunos destellos de luz que en esta grabación se han encargado de blanquear como si de una producción de Disney se tratase. Cualquier persona que no conoce la historia de la artista y que apenas le suena que fue una persona con adicciones que murió joven por sus excesos jamás conocería nada más si por esta película fuera. Quiero destacar antes que nada el buen trabajo de la actriz protagonista que ofrece una interpretación creíble y nos regala unas canciones de muy buena calidad vocal. Lo nefasto es el guión y el montaje de la trama.

En el biopic se presenta a una Amy (Marisa Abela) adolescente que disfruta de una fiesta familiar paterna en la que comparte una canción con su padre, Mitch (Eddie Marsan) y con su abuela Cynthia (Lesley Manville), un ambiente ideal.

Seguidamente muestran que anda con diferentes chicos cuyos nombres a veces no recuerda y a un padre preocupado. A una chica caprichosa que fuma marihuana y a un padre preocupado. A una chica que se enamora de su Blake (Jack O’Connell) adicto a las drogas duras con el que apenas ni se ven consumiendo juntos. A una chica borracha agresiva que maltrata a su marido. A una chica que no quiere dejar a su marido después de que este le diga que, por el bien de su propia desintoxicación, no pueden estar juntos. A una chica que, en una escena previa al momento de su muerte (que no escenifican) y tras enterarse por los paparazzi que Blake va a ser padre con su nueva pareja, canta las frases «No sé por qué me enganché tanto, es mi responsabilidad y tú no me debes nada» de su canción Tears dry on their own. Después, una pantalla en negro anuncia la fecha de su muerte.

No tendría problema alguno esta representación si guardara alguna relación  con la realidad pero esta atropellada película con su artificiosa creación de los personajes para nada está teniendo en cuenta el factor contextual necesario para empatizar y comprender la sucesión de adicciones de una persona con depresión y bulimia, la cual apenas se refleja tampoco.

Cualquiera que conozca un poco la vida de Amy y/o que haya visto el documental Amy, la chica detrás del nombre (2015), por cierto, de casi la misma duración, sabe que Mitch no fue el padre preocupado y protector que interpretan en esta película, para empezar. Sí que Amy estaba ciega con su padre pero ni una referencia a la ausencia de su figura durante su infancia ni a su oportuno acercamiento cuando ella empezó a tener reconocimiento como cantante. Un señor interesado siempre priorizando a la discográfica y a los ingresos económicos antes que la salud de su propia hija. Un tipo que, cuando Amy quiso ir en familia a Santa Lucía para descansar alejada de las drogas y de la fama que siempre la ahogó, se llevó a un equipo de cámaras junto a él para grabar un programa sobre ella que no paraban de molestarla. ¿Su madre? Apenas sale, casi es figurante.

¿Y dónde están sus amigas? Los únicos que salen brevemente son Nick Shymansky (Sam Buchanan) y de rebote por trabajar con la primera discográfica que llevó a Amy y, por tanto, tener un papel algo más relevante, Juliette (Harley Bird) y Tyler (Spike Fearn) en quizá una escena si no recuerdo mal pero, ¿dónde están, además de Lauren que ni aparece, todas las veces que trataron de convencer a su padre para llevarla a rehabilitación?

¿Dónde están cada vez que la acompañaron cuando ella necesitó auxilio o cuando les llamaba para desahogarse? ¿Dónde está Juliette cuando, después de ganar 5 Grammys tras su rehabilitación, Amy la subió inmediatamente al escenario con ella para decirle que sin drogas no podía disfrutar de sus logros? El productor Salaam Remi, quien mejor la conocía musicalmente hablando y con quien compartió gran parte de su proceso creativo. Andrew Morris, su guardaespaldas desde 2008 con el que más tiempo pasó en sus últimos años y compartiendo su vida cotidiana como una persona normal con un amigo. No están en esta película.

Del mismo modo que tampoco está Blake Fielder-Civll porque al que interpretan es otra persona. El marido que se aprovechó de su ceguera por amor, de su necesidad de validación masculina, que permitió que ella hiciera todo lo que él hacía incluído drogarse y autolesionarse, que volvió a buscarla tras el éxito de Back to Black para beneficiarse de su posición y seguir teniendo acceso a las drogas, que alardeaba en un vídeo de vivir a cuerpo de rey a su costa en un bar mientras Amy conversaba con alguien en otra mesa detrás, el Blake que volvió a aparecer tras la primera rehabilitación de ella para infiltrar droga en el centro… Ese no está.

¿Dónde están Jay Leno y todos los late night shows y programas de “comedia” que se mofaron de su físico y que no paraban de hacer chistes de drogas con ella de protagonista? ¿Dónde están esos últimos conciertos a los que ella no quería ir pero la obligaron así empeorase su estado de salud? Tampoco están.

¿Dónde está la grabación de Body & Soul con Tony Bennett en 2011, uno de los logros más especiales para Amy, meses antes de su muerte? Tampoco es relevante. Parece ser que lo más relevante para esta producción, en colaboración con la Amy Winehouse Foundation (lanzada por Mitch Winehouse el mismo año), era hacer una película blanda, edulcorada y naíf sobre una chica rebelde con carácter, promiscua, sin amigos, con problemas de adicción, de ira y de imagen, y a un padre preocupado junto a un marido más o menos funcional que parecieran más unos personajes secundarios y no coprotagonistas en los desórdenes de la vida de Amy Winehouse.

OPINION

QUÉ ES EL ARTE

significante y significadp

Escrito por Estefanía Sánchez, 08/06/2024

No, no es «morirte de frío». O sí, depende de a quién le preguntes. El arte es quizá lo más ambigüo y relativo que conozco. El arte no es nada y es todo. Es subjetivo y objetivamente comercializado y es comercialmente significado.

Cuando comencé mis estudios universitarios en Bellas Artes, un profesor en el acto de presentación dijo una frase que aún hoy, 9 años después, resuena en mi mente a diario.

“El arte es todo aquello que se colecciona o comercializa como arte.”

Pensé que estaba exagerando, que debía ser algo mucho más trascendental digno de cualquier intención pasional. Algo más allá.

Como todo conjunto de tradiciones y representaciones que van sucediendo a lo largo del tiempo, convirtiéndose en  parte de la historia y permaneciendo como cultura de un periodo concreto reflejo de la sociedad, también el arte forma parte del mismo sistema de designación. Guste más, guste menos.

Y como toda cultura se ha ido dando y moldeando en función de la benevolencia y decisiones de figuras de poder en un territorio o institución, directa o indirectamente, también el arte ha sido y es considerado según el gusto de estos mismos personajes.

El arte suele ser fruto de una reacción, una reflexión, gestada en cualquier estrato de la sociedad pero no es sino a manos de quien lo compra que se posiciona como arte, así se encuadre en unos estándares gráficos, materiales, morales, discursivos, ideológicos u otros.

El arte no es una realidad dada, no es un hueso ni un árbol. Es un concepto, una creación humana y, como tal, siempre estará sujeto a infinitas interpretaciones y en riesgo de ser designado y elevado por tantas personas como poder para ello posean.

Apenas dos años después de esa sentencia que oí en primero de carrera lo ví. No fue una afirmación exagerada, lo fue el romanticismo en torno al reconocimiento artístico como si de un acto ineludible al margen de lo elitista se tratase.

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