Noviembre, 2023

Nº 3. Boletín del pasado mes de noviembre en el que se habló de Vivian Maier, Les eaux profondes, y una reflexión sobre la ira de las mujeres.

arte

VIVIAN MAIER

Niñera de oficio, artista de vocación

Vivian Maier(Nueva York, 1 de febrero de 1926 – Chicago, 21 de abril de 2009) fue una fotógrafa con una producción incesante y secreta que nos dejó miles de carretes por revelar. De ascendencia francesa, nació en Nueva York aunque pasó gran parte de su infancia y juventud en Francia. En los años 30, su padre la abandonó a ella y a su madre. Se dice que convivió junto a su madre con Jeanne J. Bertrand, una pionera de la fotografía, y de la que quizá obtuvo el interés por ella.

En los años 50 se mudó a Nueva York donde empezó a trabajar como niñera para el resto de su vida y, mientras tanto, hizo millones de fotografías comenzando en 1952 con la adquisición de su cámara Rolleiflex (la que puede verse en la fotografía de la derecha). En Chicago (1956), la familia de las niñas y niños que cuidaba le permitió usar el baño como cuarto oscuro para revelar algunas de sus fotos aunque la utilidad de este espacio era finita pues, una vez que los niños crecían, Vivian tenía que cambiar de familia para cuidar a otros niños y niñas y, por tanto, también de casa. 

Por este motivo es que tuvo que dejar muchos carretes sin revelar que se fueron acumulando. Maier hacía fotografías de la cotidianeidad, fotografía de calle en su mayoría y también de los críos que cuidaba. Así fue hasta finales de los años 50, cuando empezó a utilizar carretes Kodak para hacer fotografías a color y otras cámaras réflex. Entonces se empezó a interesar por otros motivos a capturar como graffitis y objetos abandonados.

Desde los 80 hasta finales de los 90, Vivian Maier se vió inmersa en una gran precariedad laboral que la obligó a cambiar de familia cada dos por tres, impidiéndole revelar un montón de carretes más que se le acumularon hasta dar con una familia que le permitió mantener un pequeño estudio durante algunos años.

Algunas personas que la conocieron la describen como una mujer rara, reservada, que vestía ropa «de hombre», sombreros de ala ancha y se pasaba todo el día haciendo fotografías pero luego no las enseñaba a nadie. Resultó ser una persona muy cerrada y discreta, poco sociable, pero sin embargo siempre dialogaba con cualquier persona a través del objetivo. En los últimos años de su vida, cuentan, aún era más excéntrica, agresiva y solitaria. Una mujer que se identificaba con la pobreza y lo marginal, que veía la violencia en su entorno y en especial la violencia sexual ejercida por los hombres hacia las mujeres y niñas/os -probablemente víctima de algún tipo de abuso-. Si sufrió algún problema de salud mental, tal y como se hipotetiza, seguramente se vió alimentado por el dolor vivido o esa “locura” que se le atribuye fuera el efecto de una condición intelectual disidente junto con una violencia social generada por la incomprensión y desatención, si se me permite la opinión personal.

En 2008, tras una caída y un golpe en la cabeza, ingresó en una residencia donde falleció meses después a los 83 años. Un años antes, en 2007, John Maloof compró un archivo de fotografías por 380 dólares en una subasta con la intención de escribir un libro de historia sobre Chicago NW Side sin saber que dicho archivo pertenecía a la artista y que la casa de subastas adquirió debido al impago de las cuotas del guardamuebles donde se encontraban las fotografías. Visto que el archivo no le servía para su proyecto literario, Maloof decidió revelar algunas fotos y venderlas por internet hasta que le contactó un historiador de fotografía tras identificar el talento de Maier en esas imágenes para frenar la distribución inconsciente de tan valioso trabajo.

Ahí fue cuando John Maloof comienza un arduo trabajo de investigación y recuperación del trabajo oculto, desvalorizado y olvidado de Vivian Maier, desde visitar las tiendas donde ella compraba sus carretes hasta llegar a las familias para las que trabajó y recuperar muchísimas cajas y baúles con carretes a punto de ser desechados por estas. Cuando John quiso buscar más información en internet encontró que había fallecido unos días antes.

La obra de Maier se enmarca entre las décadas de 1950 y 1990 en las calles de Chicago y Nueva York mayormente. En 1959 decidió pasar 8 meses viajando por el mundo sola donde también realizó diversas fotografías en Bangkok, India, Tailandia, Egipto, Yemen, y toda Sudamérica. Los motivos de sus fotografías van desde retratos de desconocidos y famosos o composiciones arquitectónicas hasta fotografías de miserias, accidentes y precariedad callejera, sin olvidar los autorretratos en espejos y escaparates (¿pionera del selfie?). Además, filmó algunas películas en Super 8 de eventos sociales o en el supermercado en las que hacía preguntas a alguna persona, como si de un reportaje se tratase. John encontró también una película titulada Crimen de madre y bebé (1972, Chicago) en la cual grabó diferentes escenarios en relación a un caso real de asesinato de una madre y su bebé, siguiendo las pistas cual periodista de la época.

En noviembre de 2010 habían escaneado 10.000 negativos y tenían pendientes de escanear otros 90.000, además de unos 600 carretes de color por revelar y otros cienes en blanco y negro. Podéis visualizar muchas de sus fotografías recuperadas en https://www.vivianmaier.com/ y conocer la historia de la investigación sobre su vida y obra por John Maloof en el documental Finding Vivian Maier (2013) enlazado debajo. Hoy en día es reconocida como una aplaudida fotógrafa con un talento indudable y gigantemente prolífico pero lo cierto es que durante su vida fue una mujer solitaria, una niñera sin hijos y sin casa. También podéis leer más sobre su biografía de manos de la prosa de la historiadora Berta Vias Mahou en Una vida prestada (2018).

review

LES EAUX PROFONDES

Cine experimental

Entre el cine y el videoarte, esta película de Alice Heit se estrena el 26 de marzo de 2019 y es el único mediometraje que se conoce de la autora. Antes de este título, realizó otros cortometrajes como La nuit remue (2012), Jusqu’au cou (2912), Arachné (2012) o De sang et de lumière (2016). Si soy sincera, la descubrí mientras miraba aburridísimamente el catálogo de Prime video -bajo el título Deep Waters- y, siendo de mi interés su temática y la duración de 53 minutos, le dí al play.

Hablando de películas en Super 8, estas aguas profundas crean un ambiente pacífico, de placer visual, misterio, personalización, reflejo y encuentro con una misma. Y no es para menos tratándose de una pieza que aborda poéticamente nuestra sexualidad. Supone una inmersión sensorial y metafórica en el «misterioso continente del placer femenino». Distanciándose del tabú, se presentan variedad de imágenes representativas del placer, del cuerpo de la mujer, del orgasmo y la eyaculación como mujeres fuente, ligadas a un imaginario a veces onírico a través de elementos naturales como el agua o las flores.

Esta película francesa habla de una fuente muy antigua, «tan antigua que ha desaparecido de nuestra memoria», de la represión del diálogo sobre y con nuestros cuerpos, de la «nebulosa» que empaña el autoconocimiento más allá de la concepción de órgano reproductor que hasta hace poco parecía ser lo único merecedor de estudio. Te invita a repensar la sexualidad que por tanto tiempo se ha visto y aún se encuentra bajo el yugo del marco patriarcal. Una reexploración desde lo más íntimo y personal de la individualidad y no tanto desde la sexualidad con o para la mirada masculina.

La imagen en movimiento y el stop motion componen esta poesía visual que, al ser una película conceptual no convencional, no tiene una protagonista ni una trama sino que se acerca más a una visión documental en la que se ofrece una información determinada a un público colectivo. Se muestran las imágenes mientras se oye una reflexión en off propia de una convivencia entre mujeres acerca de su experiencia sexual acompañada por algunos cánticos. Como dato de interés, el metraje representa también la lesbiandad y sexualidad entre mujeres durante la conversación.

opinión

LA IRA DE LAS MUJERES

Designio del autocuidado

Escrito por Estefanía Sánchez, 10/11/2023

Una mujer de ayer y de hoy, secuestrada emocionalmente en el espacio privado del hogar, se dedica 24/7 a mantener la casa limpia y organizada mientras el resto de miembros del núcleo familiar lo pasan por alto entrando sin limpiarse los zapatos o lavándose los dientes en una competición de a ver quién salpica más el espejo del baño. Ella diseña el menú de la semana y prepara la comida, a veces diversas recetas para cada toma y comensal, aunque luego nadie le dedique ni una palabra de agradecimiento. Lava la ropa, la plancha y dobla sabiendo que tras la próxima selección de outfit de sus hijos o marido acabará dispersa y arrugada. También hace de contable gestionando las cuentas de los gastos básicos en alimentación e higiene para toda la casa, a pesar de recibir reproches cuando se niega a comprar algún capricho cuando no se puede… Además de todo eso, ella actúa de santa y de muda cada vez que se calla una queja porque sabe que no puede manifestar su ira sin recibir un juicio sesgado a cambio. O bien recibe el papel de loca si, por el contrario, se queja de la poca gratitud. Pero esto no es exclusivo de la mujer madre y esposa que gestiona el hogar. 

Si expresas desacuerdo cuando el ‘cuñao’ de tu grupo de amigos cuenta un chiste misógino, eres una exagerada, una sosa y no tienes sentido del humor. Si en medio de un debate, expones tu opinión con vehemencia o contraargumentas con rabia, entonces ya no tienes razón mientras si lo hacen ellos son varoniles y denotan autoridad.

Perder las formas no significa que se pierda la razón pero se adoctrina en el repudio a la ira para las mujeres. Los hombres pueden manifestar ira y serán etiquetados de pasionales. Nosotras seremos locas, intensas o históricamente histéricas. Un discurso más agresivo en su expresión verbal puede sugerir poder y el poder es algo que quieren bien lejos de nuestras manos.

Cuando exponemos alguna demanda desde la ira y no es bien recibida o se alude a que la molestia no es el mensaje sino “las formas” desmontando finalmente la validez de lo que se está manifestando, ¿qué molesta realmente?

Audre Lorde, en Usos de la ira (1984), diferencia el odio de la ira siendo el primero «la furia de aquellos que no comparten nuestros objetivos, y su fin es la muerte y la destrucción», y la segunda «el dolor motivado por las distorsiones que nos afectan a todas, y su objetivo es el cambio». Expone la necesidad de revisión de la ira, de dónde viene y cómo recibimos la ira propia y ajena. En relación al racismo, cuenta que en un foro académico una mujer blanca le dijo:

“Cuénteme cómo se siente, pero no lo cuente con tanta crudeza porque me impide escucharla”. Y yo me pregunto: ¿Son mis modales lo que le impiden escucharme o es la amenaza de que mis palabras le digan que su vida puede cambiar?

Es aplicable a cualquier reivindicación contra un trato discriminatorio. Por ejemplo, si una mujer como la que se describe al inicio se rebela frente a la desconsideración y explotación familiar y estos, en lugar de escuchar y analizar el origen de su ira, sólo invalidan su argumento considerándola una exagerada, ¿qué es lo que les impide escucharla? ¿Las formas? ¿No es válida su ira encontrándose en una posición sometida a un trabajo no remunerado, no valorado y, quizá, no deseado? ¿No será que su familia no puede escucharla porque eso significaría abandonar su posición privilegiada? ¿Privilegiada de qué?

Privilegiada en no invertir energía en hacer un ejercicio autocrítico, en no tener que invertir tiempo en la realización de las tareas del hogar que acomodan y sostienen el bienestar diario para cumplir eficazmente el resto de sus funciones laborales o sociales, privilegiada en recibir cuidados sin tener que darlos de vuelta y privilegiada en no sentir culpa, entre otros.

Pero cuidado, lo que se considera ira no siempre da la razón como tampoco la quita. Hay que analizar qué es ira, qué odio y qué miedo (a la propia ira, a perder un beneficio o a la culpa). A menudo, y sobre todo en la era del ‘todo vale’, podemos confundir miedos con ira validando así actitudes irresponsables y abusivas fruto del terror. Puede que esa sensación nos esté advirtiendo de que aquello que nos molesta realmente está destapando una herida sin cicatrizar. Me explico.

No toda ‘ira’ es ira, por tanto, no toda ‘ira’ es válida. En numerosas ocasiones, una mujer puede manifestar su dolor con ira y la respuesta del opresor sea también iracunda pero, ¿es ira lo que expresa el segundo? Probablemente no sino una respuesta más o menos agresiva dirigida por el miedo a perder el privilegio basado en la misoginia del que se beneficia, es decir, finalmente es miedo y odio (misoginia interiorizada) mientras que la ira de la víctima nace del dolor, de la autoconciencia de estar siendo tratada injustamente.

Y hablo todo el tiempo de conflictos entre hombres y mujeres pero no sólo ellos aborrecen la expresión de la ira en ellas. Es un aprendizaje que reproducimos también entre nosotras. Por ejemplo, una mujer con un perfil narcisista (traumas tenemos todas) trata mal a otra con la que tiene un vínculo afectivo y/o sexual. La primera alterna el love bombing y el desprecio manipulando a la segunda hasta que esta se harta y pone límites, se planta con ira. Entonces, la primera responde también con ‘ira’ supuestamente. ¿Se origina la ira en ambas partes desde el mismo lugar? Pues no. La ira de la que pone el límite surge, de nuevo, del dolor de haber estado recibiendo un trato abusivo, mientras que la ira de la que abusa aparece del miedo a perder el control sobre la persona manipulada, de perder la atención que tenía asegurada de la persona abusada a costa de la salud del vínculo y de la víctima. Por tanto, la ‘ira’ de la narcisista no es ira, es miedo (a perder atención, a aceptar que está haciendo algo malo, a la culpa…). 

Es muy importante tomarse el tiempo necesario para analizar correctamente la ira que sentimos y que recibimos porque validar o invalidar cualquier tipo de ‘ira’ nos hará caer en el error que nos lleve al abuso en una dirección u otra. Por eso es imprescindible gozar de autoconocimiento (algo que se logra con un poco más que 3 o 4 posts de psicología en Instagram) ya que, validar toda emoción sin tener en cuenta el contexto sistémico estructural en el que nos encontramos, nos hará perpetuar la tendencia a la hiperempatía y autoagresión de las mujeres. Todo el mundo es humano, por ende, todo el mundo siente, incluso quienes nos dañan, pero eso no es excusa para socorrer a nuestros verdugos/as. Es imperante identificar dónde depositar los cuidados y dónde no.

En conclusión, la ira no es mala, la ira podría ser el angelito que tenemos en el hombro para advertirnos qué nos conviene y dónde colocar nuestro límite antes de que nos revienten. Es decir, la ira es nuestro paraguas en los días de lluvia, puede que te mojes un poquito los pies pero no vas a calarte entera y pillar una neumonía. Sin embargo, no usar la ira supone volver a casa pingueando, tiritando y potencialmente enferma.

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