Octubre, 2023

Nº 2. Boletín del pasado mes de octubre que contiene información sobre Barbara Kruger, Las flores perdidas de Alice Hart, y una reflexión acerca de la soltería y la soledad para las mujeres.

ARTE

BARBARA KRUGER

Diseño crítico

Barbara Kruger (26 de enero de 1945, Newark, Estados Unidos) es una artista conceptual en cuya obra cuestiona el poder, el machismo o el consumismo.

Inspirada en la publicidad y los mass media, desarrolló un lenguaje personal perfectamente reconocible otorgándole accesibilidad al colocarlo en el espacio público a través de carteles, intervenciones en edificios, vallas publicitarias, autobuses… De este modo se asegura de que su arte no sólo sea apreciado por personas ya insertas en el ambiente expositivo sino por aquellas que se encuentran alejadas de los círculos museísticos.

Barbara trata cuestiones sociales ya muy interiorizadas o naturalizadas por todas y todos pero no las plantea desde el discurso dado sino que hace uso de la pregunta y el imperativo, a menudo utilizando pronombres que interpelan directamente a quien contempla su obra.

En algunas de sus imágenes también critica cómo la sociedad moderna construímos nuestra identidad en base a lo que consumimos o lo que poseemos. Para realizar sus obras, se apropia de imágenes en blanco y negro y sobre ellas añade el texto. En los últimos años, el texto ha cobrado tal protagonismo hasta ser el único elemento que conforma la imagen.

Su icónica estética en el uso del texto ha dado lugar a diversas apropiaciones por parte de otros artistas o marcas como Supreme, lo cual no parece suponer ningún problema para la artista pues le da pie para realizar una nueva obra crítica (véase el proyecto The Drop en la bienal Performa 2017 en Nueva York).

Kruger ha trabajado como diseñadora gráfica y crítica de cine anteriormente, disciplinas que claramente modelan su estilo artístico. Las ocasiones en las que la artista ha expuesto sus obras en museos o galerías, ha creado grandes instalaciones en las que el texto ocupa todo el espacio de la sala y alguna que otra videoinstalación multicanal.

REVIEW

LAS FLORES PERDIDAS DE ALICE HART

Adaptación audiovisual de la novela de Holly Ringland

«En la casa de madera del final del camino, Alice Hart, de nueve años, imaginaba sentada a su pupitre, junto a la ventana, diferentes formas de prenderle fuego a su padre».

Así comienza el primer capítulo, Orquídea de fuego negra (Significado: Afán de posesión), de la novela de Ringland.

La serie adaptación del mismo título, cuya primera temporada contiene siete episodios, comienza mostrando una estampa familiar aparentemente cálida y hogareña, cariñosa, en la que convive Alice (Alyla Browne) con su padre, Clem (Charlie Vickers), su madre Agnes (Tilda Cobham-Hervey) y el bebé no nato que esperan. Tras un incendio en la granja donde viven, la niña pierde a su familia quedando al cuidado de su abuela, June (Sigourney Weaver),que regenta una granja de flores que a su vez es refugio para otras mujeres víctimas de diversos tipos de violencia.

Allí, Alice va recuperándose del trauma y del mutismo provocado por este, haciéndose mayor (interpretada por Alycia Debnam-Carey) y conociendo el lenguaje de las flores que en ese lugar utilizan a diario para expresar distintas emociones y sentimientos entre ellas. Pero, entre tanto idilio floral, van destapándose misterios, secretos y traiciones.

Sin haceros spoiler, algunos de los elementos reconocibles en el desarrollo de la serie son el uso de los flashbacks con frecuencia para ir explicando algunos de esos misterios y conocer el background en las relaciones entre los personajes más relevantes de la historia. También se hace uso de metáforas sonoras y visuales, tanto a nivel técnico con el juego de algún que otro plano como en el uso de la imagen, sobre todo con la representación de las flores en según qué momentos de la narrativa. Tanto en el libro como en la serie, la presencia que tiene el simbolismo de las flores y la significación que da a cada acto es una delicia para personas con un pensamiento arborescente que disfruten de percibir y crear relaciones de significado.

La banda sonora es también muy interesante con canciones de bandas clásicas como Massive Attack o New Order, artistas de actualidad como Phoebe Bridgers, Emma Ruth Rundle y, especialmente, piezas de la compositora polaca Hania Rani (casualmente una de mis favs) que se ha encargado de gran parte de la música de la serie.

Por último y bajo mi punto de vista, se tratan muchos temas relativos a cuestiones feministas y, si no se tratan, al menos tienen representación. Este material audiovisual muestra dolor, violencia sexual, trauma, narcisismo, la herida familiar, ‘ley del hielo’,love bombing, dependencia, manipulación, sometimiento… pero también hermandad entre mujeres, separatismo, lesbiandad, amor, sororidad y acompañamiento. Esta es una serie sobre la historia y la voz de las mujeres.

OPINIÓN

SOLTERÍA Y SOLEDAD

Cuando el «yo» no es suficiente

Escrito por Estefanía Sánchez, 08/10/2023

Kate Millett dijo que «el amor ha sido el opio de las mujeres como la religión el de las masas» como muchas ya sabéis, y me parece un excelente símil pues el amor ha sido y es en demasiadas ocasiones un acto de fe.

Es cierto que hemos ganado en derechos (aún queda bastante y nunca se pueden dar por conquistados), es cierto que se valora cada vez más la individualidad, pero en la naturalización interna de la soltería no son suficientes los discursos superficiales. No por repetirte todos los días «mejor sola que mal acompañada» vas a dejar de sufrir por arte de magia por no tener pareja pues el deseo romántico fruto del aprendizaje social dado (impuesto) y no inspeccionado seguirá instalado en nuestra mente.

En Revolución desde dentro, Gloria Steinem hablaba de la seguridad de ser amadas, entonces valiosas, como brazo ejecutor de la autoestima. Esta, a pesar de considerarse una cuestión muy personal, tiene consecuencias externas a la hora de relacionarnos con las y los demás. Por un lado, una baja autoestima, una insuficiencia introspectiva del yo, puede generar la necesidad constante de recibir aceptación ajena dando lugar a personalidades narcisistas o depresivas, por ejemplo. De igual modo y más común en las mujeres, señala Carmen Alborch en Solas, una baja autoestima supone el desprecio a una misma que siempre favorece la dominación y sometimiento de esta individua por parte de otras personas o grupos sociales.

No es para nada extraordinario tropezarse con comentarios paternalistas o condescendientes cuando conocen el estado de soltería de una mujer. El grado de paternalismo es directamente proporcional a la edad de la interrogada.

El «¿tienes algún noviete ya por ahí?», que no novieta, resuena en las reuniones familaires desde bien temprano. «Cuando te cases…» dando por hecho que ese será nuestro destino; «con ese carácter no te va a querer nadie» porque es más importante complacer a la mirada masculina que la libertad de expresar desacuerdo; «te vas a quedar para vestir santos»; «¿No tienes pareja? Ya llegará»…

Nos lo meten en vena como nos enseñan a comer o a hacer pis solas. Pareciese que una mujer necesita de la protección de un varón o bien su vida no está completa sin un señor a su lado (o por encima). Es lógico desear estar con alguien, creyéndolo necesidad, moldeando nuestra personalidad y decisiones vitales en pos de una expectativa y un objetivo que, para empezar, no se puede cumplir por voluntad propia sino ajena.

Un sentimiento que muy a menudo da lugar a enamoramientos por pura «necesidad» y no por cómo es la otra persona o a mantener relaciones por cumplir con ese orden social.

En una comunidad cuyo mensaje predominante se sostiene en el miedo a la soledad, en la sensación de orfandad de las mujeres que no se emparejan con un hombre, hay que diferenciar y disociar soledad de desolación, como plantea Marcela Lagarde. La desolación como pérdida irreparable no va implícita en la soledad, por mucho que al saber que no vivimos en pareja nos suelten un paternalista «¿y te vas a quedar solita?». Pues sí oiga, «solita» pero no desahuciada.

La soledad, por otra parte, la define Lagarde como «el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas». Un lugar propio para nosotras donde poder desarrollar una autonomía más sincera. En este caso entonces, recibir la soledad como una circunstancia molesta favorece una peor formación de la autonomía de la individua. ¿Quién querría que no nos desarrollásemos en ese sentido? Hay que tener mala leche.

Reconsiderar la soledad y tomarla como un estado de bienestar es todo un reto en este panorama de terror a la soltería instalado desde la socialización femenina. Un ideal sería poder nutrir nuestras experiencias y pensamiento en contraste con los otros pero sin necesitarlos por encima de nuestra individualidad. Por desgracia, creo que se da mucho más lo contrario, es decir, una escasa nutrición de pensamiento o autocrítica junto con un exagerado deseo de «acompañamiento» en forma de atención (a veces más virtual que física incluso). Pero es así como el ejercicio de pensarnos se ve sesgado por el cómo nos ven (no olvidemos la distorsión propia del escenario digital).

En fin, no me malinterpretéis. La construcción del yo y la personalidad se lleva a cabo en contraste con el otro. Requiere de un diálogo interior y una inspección y adaptación de lo otro para así no componerse únicamente del valor externo, ajeno a la voluntad propia. No es una incitación al aislamiento perpetuo lo que se plantea en estas líneas sino una llamada al análisis, consideración y cuidado del yo para que este no pase a ser una cover del ello, sobre todo cuando ello es opresivo para nosotras.

Es un grito de reivindicación al ejercicio de la soledad para que el yo, el de nosotras, nos sea suficiente.

✦Alborch, Carmen (2001). Solas: Gozos y sombras de una manera de vivir. Booket. ✦Lagarde, Marcela (2012). De la desolación a la soledad. En El Feminismo en mi vida: hitos, claves y topías. 571-574. Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México. ✦Steinem, Gloria (1995). Revolución desde dentro: Un libro sobre la autoestima. Anagrama.

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